viernes, 28 de mayo de 2010
Párate un momento a meditar sobre esto...
Come Back HOME
martes, 18 de mayo de 2010
Para quien lo lea
lunes, 10 de mayo de 2010
Siempre hay una primera vez.
Aquí va algo que nunca antes había hecho: un poema.
Es algo humilde, he de admitirlo, pero sentí una llamita que me dijo que podía hacerlo y que debía hacerlo. No ha alcanzado todas las espectativas que me esperaba, pero siempre se podrá mejorar con el paso del tiempo (espero...). En fin, ahí va:
La ciudad.
Nunca duerme
aunque en ella duerman
prodigios,
mentes cortas,
mendigos,
almas rotas,
amigos,
otras cosas.
Un día todo es muy raro
y es que todo es tan igual.
Un día todo es tan misceláneo
y a la vez tan monótono.
Camino por sus calles
cual pez nada por sus mares.
Con armonía y resplandor
algo sobresaltado
admiro su calor
comparándolo con
el fuego abrasador
y me fascino observando
todo su esplendor
ilógico y estremecedor.
Aunque de un momento a otro
llegue lo peor.
Deambulo por sus caminos
cual polluelo al desamparar su nido.
Parece que no sigo vivo
puede que sea cierto
yo sólo veo un cielo maldito
que cada vez está más cerca.
Son más constantes mis latidos.
Tranquilo chico,
sólo estabas dormido.
Ha ocurrido lo más lógico,
nada tiene sentido.
Estoy en ese lugar
donde en cualquier momento
lo bueno
se convierte en maldad.
Los vicios
en necesidad.
Lo caliente
en frialdad.
Lo ilógico
en necedad.
La mentira
en verdad.
Estoy
en la ciudad.
jueves, 6 de mayo de 2010
TRABAJO FINAL DE CURSO DE ANTONIO MACHADO
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
2. El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
3.
Se le vio caminar...
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!