Es vivir un momento en el que sabes, sabes a ciencia cierta, que tu vida va a cambiar definitivamente. No hay muchos momentos de esos en una sola vida. Y la mayoría de los que hay, sabes que son tan definitivos para tu devenir cuando ya han pasado de largo.
Sin embargo, algunos sí que están bien marcados y delimitados. Y todo tu entorno te abruma con lo definitivo del momento. Es imposible que te pase desapercibido.
Eso resulta emocionante, desde luego. Pero también es muy estresante, agobiante, intimidante, acojonante (literalmente), apabullante. A veces el efecto es casi de parálisis total ante tal trascendencia de cualquier acción.
Pero todo eso no lo sentimos sólo por lo supuestamente importante que es lo que hagamos ante el inminente futuro, sino por el carácter que tiene de final de todo lo anterior. El cambio inminente implica necesariamente que lo actual pasará a formar parte del pasado definitivamente. Se convertirá oficialmente en recuerdos. En tus recuerdos de la infancia, de la adolescencia, de la juventud, de lo que toque en cada caso. Eso a veces pesa más que lo que está por venir.
Hay casos y cosas que aspiras a que en efecto se conviertan por fin en recuerdos. Pero hasta eso que estás deseando dejar atrás, llegado el momento, al dar el paso se siente un cierto vértigo desestabilizante.
Lo PEOR de todo es que todo lo que te rodea da por supuesto que estás al tanto de las circunstancias y te impele a que actúes en consecuencia sin disimular lo trascendental del momento. Y la verdad, no tenemos la sensación de estar preparados en absoluto. Ni para adentrarnos en el enigmático futuro ni para desembarazarnos del pesado pasado. De ahí el estrés, el acojone, el vértigo, la parálisis...
Pero ¿sabes qué es lo MEJOR de todo? Que sí lo estamos. Estamos perfectamente preparados para asumir esos cambios radicales establecidos por nuestro entorno social y cultural. Y todo ese entorno intimidante que te arrastra y te exige que des el paso de entrar en tu futuro y convertir tu vida actual en recuerdos, ese entorno apabullante… tienen razón. Estamos preparados y no lo sabemos.
Es como cuando te tiras desde un trampolín a la piscina la primera vez. O montas en bicicleta por primera vez. O te tiras por un rampa guapa con el snowboard por primera vez. O cojes un coche por la autopista por primera vez. O…
Cuando ya lo has hecho, cuando baja la adrenalina, cuando te das cuenta de que acabas de entrar en tu futuro, cuando ves ya de lejos tu pasado (o sea, cinco minutos antes), entonces, te das cuenta de que sí. Sí estabas preparado. No era para tanto. El cambio no es más que más de lo mismo, con adornos. Adornos que suelen facilitarlo todo encima.
Tendrá que pasar mucho más tiempo para que puedas evaluar hasta qué punto esos grandes momentos de cambio oficial de tu vida supusieron un paso brillante de tu historia o un desliz que luego pagaste.
Pero sí. Sí estamos preparados para asumir esos momentos. Y los que leen esto aquí, con más razón. Sí. Con más razón que muchos que no tienen la fortuna de conocernos.
<):-)
1 comentario:
Me sucede y estoy terriblemente a cojonado...
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