Recuerdo una noche en Lanzarote, frente al Gran Hotel. Estábamos sentados en una terraza ATM, Leo, un innombrable y el que suscribe.
De repente Leo se levanta y, marchándose, hace más o menos el siguiente comentario: “Les dejo, voy a rebajar el nivel intelectual un rato, estaré en el billar con la gente”.
Desde que Adrián cometió el error de admitir mis letras juntas en este prestigioso blog, intento leer todo lo que aparece en él.
Así de esta manera, estos días reflexiono sobre… Gibran, sobre "La Ley de Murphy", sobre la Misión de la Universidad de Ortega y Gasset y los pensamientos y conclusiones de Leo, que además, para mas INRI, coincide con Adrián… y eso sí, con la guinda puesta por ATM, con el inolvidable e increíble Quino (gracias Antonio).
Confieso que en algún momento me siento protagonista del programa “al filo de lo imposible”, cuan vulgar montañero intrépido alcanzando un ocho mil.
Como sabéis, los alpinistas sufren mareos por la falta de oxígeno y otros síntomas que perturban el estado del interfecto en la altitud. Es el llamado “mal de altura”.
Parafraseando a Leo, voy a rebajar un poco el nivel del blog con estas líneas.
Me confieso “juligan” (tanto viaje a USA… para esto… aix…) de Jorge Bucay y ahora recuerdo un cuento cuya sinopsis (je je je) dejo ahora en el blog.
En una fiesta tradicional, una mujer cocina una pata asada a su marido, y se esmera de forma increíble haciendo un plato digno de la festividad con mucho amor y cariño, como procede.
Una vez sentados alrededor de la mesa, el marido agradece el detalle de su amada, destacando lo bueno que salió el plato.
Solo plantea una duda y ésta era que no comprendía por qué la pata tenía cortado un extremo. “Es la base de que el plato salga bien”, responde la bendita esposa y da además un montón de detalles para confirmar la razón de ese secreto.
El marido asegura que en su familia siempre se hizo así, pero sin el corte, y la calidad del plato era indudable también y por supuesto contenía todas esas propiedades que ella determinaba para justificar ese corte.
Como es fácil deducir, la mujer se empezó a sentir molesta con el argumento del marido y zanjó el tema diciendo que su madre se lo enseñó de esa forma y desde pequeña lo cocinaba de esa forma.
Como la cosa se iba calentando, el marido propone visitar a la madre para que deje claro el asunto.
La madre argumenta un montón de razones más para justificar el por qué del corte de la pata y, que en ese acto se basaba el éxito del plato.
Por supuesto el marido seguía en sus trece y no le convencía nada, pues en su familia salía también exquisito sin necesidad de cortar la pata para el asado.
Con la situación así, la madre cierra el tema con un argumento concluyente: su madre (la abuela) siempre había hecho la pata de esa forma, por lo tanto el tema venía ya de antiguo. La tradición era la clave.
¿Qué ocurrió? Pues sí: visita a la abuela.
Por supuesto la abuela repite todos los condimentos, los tiempos, etc. Incluso añade más detalles.
El marido responde que de acuerdo con todo, pero el quería saber la razón que parecía clave: el por qué de ese famoso corte de la pata.
La abuela entonces respondió: AH ESO! PUES MUY SENCILLO: SINO CORTABA LA PATA, NO ME ENTRABA EN EL HORNO, QUE ERA MUY PEQUEÑO.
En fin chicos, muchas veces los árboles no nos permiten ver el bosque.
Este cuento, al margen de mil interpretaciones, consecuencias o conclusiones, me dice que, a veces queremos encontrar unas razones muy elevadas a cosas muy simples, y muchas veces, por ello nos perdemos en esas alturas montañeras anteriormente comentadas.
Yo creo que es bueno o muy bueno, subir cada vez más y llegar a lo más alto, pero amigos, cuidado con EL MAL DE ALTURA.
Cuando era profesor en un colegio, mi compañero, el profe de literatura, tuvo una anécdota: Un alumno en un examen y como respuesta a las obras de Juan Ramón Jiménez le escribió como obra “Platero y Vd”.
El pobre alumno era uno de los mejores de la clase, bien educado, de buena familia, al que por supuesto habían adiestrado en los valores de respeto y educación con los mayores. Tenía evidentemente una buena base en su educación.
El pobre muchacho cómo iba a responder a su profesor con semejante falta de respeto. Vamos, ¿dónde se había visto que un niñato tuteara a su profesor? El profe había dicho “Platero y yo”, como iba él a responder “Platero y tú”, dónde se ha visto eso, faltaría más!
Es como esos “intelectuales alternativos” que como hay que subir el nivel de la intelectualidad, se esfuerzan en querernos demostrar que, por ejemplo, las mariposas no son otra cosa que mosquitos más o menos grandes pero TUNEADOS.
Así que, si alguien, de repente, siente ese mal de altura, le recomiendo que rápidamente baje de nivel y lea, por ejemplo, versos de Gloria Fuertes. Sentirá rápidamente cómo el oxigeno llega de nuevo a su cabeza.
Un abrazo a tod@s
Andrés Rodríguez
2 comentarios:
Por fin soy el primero en comentar algo jajaja.
Andrés estuvo "incriible", que es como decimos aquí en este trozito de isla donde abitamos Adri y yo. Me has dejado pensando con ese cuento en varias cosas y me has creado una duda tremenda. Ya no sé por qué el váter de padre es 30 cm más bajo que el de mi madre... pensé que tenia que ver con algo de que mi madre es de otro continente, pero ahora creo que es así por que mi abuela paterna no llegaba a sentarse XD jajaajaja
GRACIAS ANDRÉS
jajajajajajaja
brillante leo
como siempre
jajajajajajajajaja
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