Pernoctar es una de mis aficiones preferidas. Lamentablemente ya casi no lo hago por dos motivos. El primero es producto de mi maldito horario, y el segundo es que no tengo con quién. Hubo una época que el mejor momento del día (o de los mejores) era cuando éste había acabado. Anécdotas de la mili, combates pasados y casi siempre perdidos contra ignorantes, música de verdad, cine del que ya no se hace, ataques contra zona, Dean Smith, Reverte, cómo coño haces eso con el ordenador, cosas del amor y el desamor, de la amistad y de cómo se amontonan los enemigos, por qué nos hemos quedado tirados sin coche…otra vez, frases y citas legendarias, por qué no existe una palabra tan fantástica como “orgasmático”, un café, una tarta de queso que estaba muy buena pero a la postre paso a ser secundaria gracias a conocer tartas de queso auténticas… Y sobre todo la mezcla de “por qué no se me habría ocurrido a mi”,orgullo y admiración que en mí cada día iba creciendo hacia alguien que no paraba de crear peldaños (puede que sin saberlo) para completar poco a poco una escalera hacia las alturas que por supuesto no iba a desaprovechar.
El caso es que este finde por fin me tocó pernoctar, y vaya que si lo hice. Dos buenos amigos me hicieron una visita inolvidable dónde las risas hasta lagrimar, los brindis y las visitas turísticas no cesaron en ningún momento.
La última mañana estábamos absolutamente destrozados, pero quedaba algo importante por hacer. Ver un partido donde jugaban nuestros amigos Leo y Adri acompañados de un cada vez menos vago Sergio. Los pensamientos eran negativos como últimamente todo lo viene siendo. Me imaginaba un Leo jugando locamente y sin sentido buscando alguien que le entendiera y un Adrián irascible e incomprendido por la mayoría de los allí presentes. Por no hablar del momento en que Sergio pagaría lo que fuera por compartir minutos con estos dos zagales.
Quizá se hayan acostumbrado a lo cutre y simple. Quizá no les quede más remedio y sea una especie máscara. Pero hicieron algo durante el partido que por un momento hizo olvidarme de absolutamente todo lo negativo que llevo dentro de mi. Simplemente sonreían. En el peor momento del partido Adrián lo controló todo, buscó a Leo y lo encontró, hizo un plan y salió. Leo anotaba con la derecha, con la izquierda, incluso hicieron una exhibición de defensa!! Ganaron el partido. Pero eso era secundario. Lo más destacado era que todo el rato sonreían. Les encantaba estar allí sabiéndose admirados y observados por unos amigos en la grada que no paraban de retorcerse del gusto, que se lo pasaron en grande y que en algún cruce de miradas grada-cancha se intercambiaban conversaciones enteras. Sonrisas que devuelven la vida. Que me hicieron más fuerte, más grande, más ansioso. Me elevaron.
Recuerden que por alguna extraña razón hay alguien que te quiere, confía en ti 100%, nunca te mentiría y muestra su luz dondequiera que esté. Yo tengo varios. Ustedes también. Nunca podremos defraudarles.
2 comentarios:
Jooooder, Juanki
Me encantas Juanki. ¡Eres la leche tío! Consigues hacernos respirar AmorAmistoso después de leer esta entrada. No sabes cuanto he sonreido tras leer tus sonrisas a raíz de nuestras sonrisas. ¡Qué guapo! ¡Enserio!
PD: lo de la defensa es cierto. Incluso lo reconoció el entrenador al día siguiente.
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