sábado, 9 de marzo de 2013

El Viaje


Hoy me gustaría contaros  otra  historía  familiar, aunque esta es de un familiar indirecto, si se me permite la expresión.

 Se trata del marido de la hija de mi madrina ……   uf   que  lio  ¿verdad?  jajajajaja.

Mi madrina era Dª Gloria, una venerable anciana ya  cuando yo era pequeño y esta sí que era Victoriana de verdad. 
Ayudó muchísimo a los Azara cuando se quedaron huérfanos, mi madre sentía una especial veneración por ella.

Yo la recuerdo a pesar de ser  pequeño y  me impresionaba. Iba siempre vestida  de negro, pero muy elegante, perfectamente peinada,  de una educación exquisita y unos modales muy refinados.
Con el paso de los años compartí muchas horas de visita a la familia junto a las hijas de Dª Gloria (fijaros que digo Doña, porque nadie la trataba de ninguna otra forma). Sus hijas, llamadas Conchita y Julia, más o menos de la edad de mi madre, estaban casadas pero ninguna tenía hijos.

Hoy  os hablaré de Antonio P.  el marido de Julia.

Antonio P.  era un hombre que me fascinó desde que tuve uso de razón.
 Catedrático  de Universidad, filósofo, investigador literario, gran conversador,  un hombre increíble de verdad, con un carisma y una personalidad impactante.

En varios juntaletras os he dicho  la suerte que he tenido de cruzarme con gente muy espectacular, la cantidad de cosas que he podido aprender. Este hombre era uno de ellos, os lo aseguro.
Todo ese coctel me ha ayudado muchísimo a ser como soy y realmente me siento MUY ORGULLOSO Y PRIVILEGIADO de todas esas experiencias vividas.

Un día me contó su historia, me dio su “mitin” y ahora lo quiero compartir con vosotros.
 Se puede aplicar a muchos campos de la vida porque es un ejemplo para casi todo.

 Juzgar vosotros mismos.

En plena guerra civil siendo Antonio P.   un niño, vivía junto a sus padres en Guadalajara.
El padre no se identificó mucho en política, ni estaba afiliado a ningún partido aunque  tenía cierta simpatía por el lado republicano.
Cuando las mal llamadas tropas nacionales, las de Franco, toman Guadalajara se produjeron algo que lamentablemente en todas las guerras ocurre, gane quien gane.
 Las REPRESALIAS, pero no represalias políticas, que también, sino represalias por venganzas personales, por lindes, por celos, por dinero, en fin por mil causas que en río revuelto se aprovechan.

Quiero repetir y dejar bien claro que esto no es patente de un bando determinado, es denominador general de la sinrazón y la barbarie, no de otra cosa.

El bando ganador siempre  “tiende a depurar enemigos” desgraciadamente.

Por culpa de una acusación vengativa, denuncian gravemente al padre de Antonio P.  que es rápidamente encarcelado.
A partir de  este momento comienza un auténtico calvario para esa familia y en especial para la madre.
Mantiene  continuas visitas a la cárcel con la lógica intención de ver a su marido, pero sin resultado alguno.
Por fin, por una vez se lo permiten, no antes de soportar un montón de vejaciones tanto físicas como morales, por aquello de  humillar  a  la mujer de un “rojo”.
Un día,  de los muchos  que llegó a ir  y entre muchas risas y burlas se encontró con la sorpresa de  que ya no estaba allí, pues se había escapado esa noche precisamente, esa fue la explicación que dieron. A  los pocos días, unas personas  se lo encontraron muerto en una arboleda.

En compañía de otros encarcelados, había sido realmente una víctima  de los llamados “paseos”.

Federico García Lorca fue en Granada, otro “paseado” y el mismísimo José Antonio Primo de Rivera fue también una víctima fusilado, pero del otro bando, aunque sin el temible “paseo”, pues lo ejecutaron en el patio de la cárcel de Alicante.

Hago estas menciones para dejar claro, una vez más, que no estoy dignificando  ningún bando en estas barbaries. Tantas salvajadas hacían unos como otros.

Volviendo a la familia de Antonio P.

 Después de este dramático momento, la viuda decidió abandonar por miedo a más represalias,  Guadalajara y como no tenían absolutamente nada, salieron caminando con lo puesto en dirección a Madrid.
Hay unos 60 Km. y me contaba Antonio P.  el recorrido por esa carretera, junto a otras personas  en condiciones similares, con tanta rabia e impotencia, con tantas lágrimas y desesperación, con tanta miseria y tanta hambre, que sería algo que por mil años que viviera jamás olvidaría.

Ese éxodo en la televisión lo hemos visto muchas veces, de una manera  fría en numerosas guerras.

 Los refugiados vagan moviéndose en una dirección sin saber exactamente donde se dirigen, con la mirada perdida y las caras expresando pánico o terror, las mujeres y los niños  ya sin lágrimas que secar y lo que es más duro todavía si cabe……pensando  ¿cuál será la sorpresa que el destino me tiene preparado?.


Realmente si lo pensamos como algo propio, sin nada, abandonados  a nuestra suerte y con un futuro vacío  y hueco, es para  tener pesadillas un par de meses por lo menos, incluso  l@s más insensibles.

Pues la madre de Antonio P.  a pesar del dolor y supongo que ese odio contenido que debía llevar, no quiso transmitírselo a sus hijos  jamás.

Prefirió educarles de forma que los VALORES predominaran sobre los instintos animales.
 A pesar de ese éxodo lamentable  y triste, debió respirar  profundamente para sus adentros y decidió que era mejor mantener viva la memoria del padre.

Lo logró  y consiguió  además   arrancar  la palabra venganza  del corazón de sus hijos.
Les educó en el amor y en el perdón.
Entendió y desde luego que debió ser muy duro aceptarlo,  que todo aquello fue fruto de la ignorancia y la bajeza del ser humano. El famoso reparto de miseria, que aún hoy, predomina en nuestros tiempos.

Pasaron los años y un buen día Antonio P.   recibió el equilibrio de la vida, conoció a JULIA.

Cuando me hablaba de ella se le llenaban los ojos de luz, suspiraba profundamente, les conocí durante un tiempo cuando yo era un adolescente y os puedo asegurar que la definición de amor, de cariño, de complemento, de complicidad, se resume en  aquella  pareja, bueno he conocido  otra muy parecida y con el marido de igual nombre además.
Antonio P.  y Julia vivieron juntos 60 años y cuando ella murió, lamentablemente él no tardó en hacerlo, seguramente de pena.

Antonio P.   me enseñó aquella tarde, cuando yo apenas tenía 17 años, que el odio no te lleva  a nada y que la vida  tiene siempre “cosas” fantásticas  esperándote.

Ahora yo de viejo, os doy fe que es totalmente cierto. LA VIDA TE QUITA COSAS, PERO TE DA MUCHAS MAS.

¿Qué hay hijos de puta, que si volaran no veríamos nunca el sol? Si, está claro que  los  hay.

Pero bastante tienen ellos con ser como son, porqué el día que se miren al espejo y se vean…… hasta a ellos les dará  lastima de  lo que  ven e incluso alguna lagrimita se les escapará……..

!!!! pobres  ignorantes  infelices ¡¡¡¡


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