jueves, 29 de abril de 2010

EMOCIONANTE

Es vivir un momento en el que sabes, sabes a ciencia cierta, que tu vida va a cambiar definitivamente. No hay muchos momentos de esos en una sola vida. Y la mayoría de los que hay, sabes que son tan definitivos para tu devenir cuando ya han pasado de largo.

Sin embargo, algunos sí que están bien marcados y delimitados. Y todo tu entorno te abruma con lo definitivo del momento. Es imposible que te pase desapercibido.

Eso resulta emocionante, desde luego. Pero también es muy estresante, agobiante, intimidante, acojonante (literalmente), apabullante. A veces el efecto es casi de parálisis total ante tal trascendencia de cualquier acción.

Pero todo eso no lo sentimos sólo por lo supuestamente importante que es lo que hagamos ante el inminente futuro, sino por el carácter que tiene de final de todo lo anterior. El cambio inminente implica necesariamente que lo actual pasará a formar parte del pasado definitivamente. Se convertirá oficialmente en recuerdos. En tus recuerdos de la infancia, de la adolescencia, de la juventud, de lo que toque en cada caso. Eso a veces pesa más que lo que está por venir.

Hay casos y cosas que aspiras a que en efecto se conviertan por fin en recuerdos. Pero hasta eso que estás deseando dejar atrás, llegado el momento, al dar el paso se siente un cierto vértigo desestabilizante.

Lo PEOR de todo es que todo lo que te rodea da por supuesto que estás al tanto de las circunstancias y te impele a que actúes en consecuencia sin disimular lo trascendental del momento. Y la verdad, no tenemos la sensación de estar preparados en absoluto. Ni para adentrarnos en el enigmático futuro ni para desembarazarnos del pesado pasado. De ahí el estrés, el acojone, el vértigo, la parálisis...

Pero ¿sabes qué es lo MEJOR de todo? Que sí lo estamos. Estamos perfectamente preparados para asumir esos cambios radicales establecidos por nuestro entorno social y cultural. Y todo ese entorno intimidante que te arrastra y te exige que des el paso de entrar en tu futuro y convertir tu vida actual en recuerdos, ese entorno apabullante… tienen razón. Estamos preparados y no lo sabemos.

Es como cuando te tiras desde un trampolín a la piscina la primera vez. O montas en bicicleta por primera vez. O te tiras por un rampa guapa con el snowboard por primera vez. O cojes un coche por la autopista por primera vez. O…

Cuando ya lo has hecho, cuando baja la adrenalina, cuando te das cuenta de que acabas de entrar en tu futuro, cuando ves ya de lejos tu pasado (o sea, cinco minutos antes), entonces, te das cuenta de que sí. Sí estabas preparado. No era para tanto. El cambio no es más que más de lo mismo, con adornos. Adornos que suelen facilitarlo todo encima.

Tendrá que pasar mucho más tiempo para que puedas evaluar hasta qué punto esos grandes momentos de cambio oficial de tu vida supusieron un paso brillante de tu historia o un desliz que luego pagaste.

Pero sí. Sí estamos preparados para asumir esos momentos. Y los que leen esto aquí, con más razón. Sí. Con más razón que muchos que no tienen la fortuna de conocernos.
 <):-)

sábado, 17 de abril de 2010

Sé. Sé quien eres. Sé tú. Serás único.

Lo siento pero no puedo evitarlo.
No puedo evitar ser como soy. Ser quien soy. Ser lo que soy. Yo soy yo -¡wow!- y nadie podrá cambiarlo. Soy Ricky. Sí, ¡ese!
El que no puede evitar apreciar los pequeños detalles.
El que no puede evitar sentir tristeza al ver que la gente aunque siga ahí, se fue.
El que no puede evitar sentir añoranza al ver que tú sigues ahí, pero no conmigo.
El que no puede evitar sentir agradecimiento al ver a todos los que aún quedan.
El que no puede evitar sonreir, reir, dialogar, dialogar por horas, llorar, echar de menos algo, echar de más algo recordando los buenos y los malos momentos.
El que no puede evitar que se le pongan los pelos de punta al escuchar aquella canción o esa otra.
El que no puede evitar el proponerse erguir la cabeza y no perderla mientras otros la pierden en la batalla.
El que no puede evitar sentir emoción cuando ve baloncesto, habla de baloncesto, juega a baloncesto, siente el baloncesto.
El que no puede evitar ponerse sentimental cuando algo delicado le pasa.
El que no puede evitar estar hablando de una película que le encantó durante más de dos semanas seguidas. Día a día.
El que no puede evitar a pesar de toda oposición intentar cumplir su sueño.
El que no puede evitar no perder la esperanza.
El que no puede evitar en vez de ver "Sálvame" o "DEC" ver documentales de la sociedad de hoy en día.
El que no puede evitar hablar de música, cine o baloncesto de verdad, antes que hablar de con quién se acostó Belén Esteban o de la guarra de la ex-novia del primo del vecino de tu hermano que vive en el 5ºB.
El que no puede evitar echar de menos incluso lo más "insignificante".

Lo siento. ¿Molesto a alguien? Soy así. Es inevitable.
Yo también respiro.
Yo también moriré.
Yo también como.
Yo también pienso.
Yo también lloro.
Yo también río.
Yo también sufro.
Yo también disfruto.
Yo también amo.
Yo también amé.
Pero aún así, ¿soy diferente?
Nah, diferente es poco. Yo soy algo más. Todos somos algo más que diferentes. Somos únicos en nuestra especie. ¡Sí! Únicos entre más de 6000 millones (o más) de personas. Ú-NI-COS.

Y el que se piense que soy diferente por tener ideas propias y que no tienen que ver con las de infinidad de gente, que sepa que me parecerá perfecto. Al fin y al cabo, es también otra manera de pensar. Pero eso sí, él por su camino y yo por el mío. Me perdonarán, pero ya tengo bastante tiempo ocupado para los que me apoyan no a cambio de nada sino además de todo como para perder más aún con mentes cerradas y en muchos casos mediocres.
Tampoco puedo evitar pensar y creer de una manera distante a la mía. Para algunos seré un testarudo, para otros alguien con las ideas fijas y que sabe lo que quiere, para otros simplemente Ricky, para otros un tontito que se cree interesante por proclamarse "diferente".

Nos intentan dar a entender que somos inútiles, que no podemos pensar por nosotros mismos, que estamos predestinados, que estamos condicionados a vivir de tal o cual manera para tener cierto prestigio y éxito. Pero es mentira... es más, lo pondré en mayúsculas y con exclamaciones: ¡MENTIRA!
¿De verdad dependemos de otros para alcanzar nuestro éxito? ¿Para qué queremos alcanzarlo? El éxito... suena bien ¿verdad? Pero... ¿qué es el éxito sin valores? ¿Tan importante es ser algo así como un prestigioso y rico abogado a pesar de ser un hipócrita y de tener una meta un tanto despreciable? Dinero, éxito, dinero, éxito, dinero, éxito. ¿Es eso lo que realmente es importante en la vida?
Un tal Albert Einstein decía: La verdadera meta está en convertirse en un hombre de valor, no de éxito.
La cita la dejo ahí, creo que lo dice todo.
Defiende tus ideas. Escoge tu camino. Aprovecha cada segundo de tu corta vida. Sé feliz contigo mismo e intenta hacer feliz a la gente que te quiere (e incluso a la que puede que ni conozcas). Si piensas que algo es imposible, lo será para ti. Si piensas que por pensar lo que piensas y si crees que por creer lo que crees fracasarás, ya estás perdido. Se quien eres y no quien quieres ser. Se tú. Simplemente eso, tú. ¿Ya te había dicho que eres único en tu especie? Ú-NI-CO.

miércoles, 14 de abril de 2010

La sensación de fin.

Tengo la sensación de fin
la sensación de que acaban
no sé bien qué ni cuándo
pero hay cosas que acaban.

Debe ser el tiempo, insobornable,
la rueda rodando cuesta arriba,
el río fluyendo hacia la cima,
el continuo avance indefinible.

La sensación de estar parado
delante de un gran croma
en el que veo proyectan tomas
de una historia que no es mía.

Y podrían ser inicios
lo que veo como finales,
pues todo sigue a algo
y todo por algo es seguido.

En cada instante empieza algo
y en cada instante algo acaba,
pero yo me estanco en lo que acaba
aun sabiendo que algo nace.

La botella medio llena
que yo veo medio vacía...

Pensaba que era por eso
de las crisis de la edad
pero resulta que veo finales,
y los siento de verdad,
más en ti que ahora me lees
que en mí, que ya da igual.

Lo bueno de un final
es que da pie a otro empezar
y cuando estás donde tú estás
cada inicio es avanzar,

resumir para crecer,
caminar para abrir camino,
cerrar para poder abrir,
dejar atrás para ser más tú.

La sensación de fin.

No te aferres, libérate.
Entrégate. Lánzate.
Convéncete. Relájate.
Atrévete. Decídete.

Y sonríe. Es otro inicio.

miércoles, 7 de abril de 2010

El día M

… ¿Fueron sólo tres segundos? ¿Diez? ¿Veinte quizás? No lo sé, realmente perdí la noción del tiempo, lo que duró aquella mirada será un vago recuerdo grabado en mi hipotálamo,  un recuerdo que vendrá y se irá, pero nunca desaparecerá, o eso creo.
 Llovía, y hacía frio…pero no me preocupó, ya que se asemejaba a lo que sentía en ese momento. Sentado en un banco y esperando nada en concreto, una chica se acomodó  en la acera de enfrente. Debido a la lluvia no supe distinguir lo que de sus grandes y marrones ojos caía, ¿una lagrima quizás? o ¿simplemente fue una  irrelevante gota de agua? La chica se llevo una mano a la mejilla y se quitó la gota de agua, fuese salada o dulce. Agaché la mirada pero algo me hizo volver a mirarla. Justo en ese instante ella alzó la vista y me miró. No sé porque lo hizo pero me sonrió.
Se levantó y cruzó la acera, se me acercó y se sentó a mi lado sin dejar de mirarme. Entonces pude comprobar que eran saladas. Se quitó las gafas y secó las gotas. Una ráfaga de viento frio arrastró su olor hacia mí, olía a azahar, la flor del naranjo si no recuerdo mal. Y sentí como aquellos sentimientos amargos se fueron disipando, mi corazón se relajó, ya no se encontraba cansado de esperar respuestas.
Desvió la mirada y volvió a dirigirla hacia mí. Me preguntó que vi cuando la miré. Le dije, nervioso, que no la miraba a ella, sino dentro de ella. Vi tristeza, concluí. Ella sonrió y dijo: ojala hubiera más como tú. ¿A qué te refieres?, pregunté. Me dijo, hombres que entienden a las mujeres. La mire fijamente y le dije que eso es sólo porque yo me siento igual, somos iguales, todos y todas tenemos el mismo derecho a estar tristes, o cualquier estado de ánimo.
Antes de terminar la frase, se acercó aun más y frotó sus labios contra mi mejilla. No me dio tiempo a responder… ya era de noche y en sus ojos se reflejaba la Luna, con las lagrimas parecía que estuviera compuesta de plata líquida. Cerró los ojos y se abrazó a mí. Dejó de respirar, no dormía, su vida se desvaneció. De mi salió un grito ahogado,  no pude hablar, no podía. Sentí una fuerte punzada en los ojos.
 Cuando los abrí estaba sentado en mi cama. Y hacia un día precioso. Recordé lo que había soñado. Acto seguido entró mi madre en la habitación y me dijo: Buenos días dormilón… se acercó y me dio un beso en la mejilla. Entonces me miro extrañada y dijo:
¿Por qué hueles a azahar?


    Gabriel Moreno Guadalupe. 2 B Bach.