jueves, 27 de enero de 2011

La Eternidad

Te levantas de la cama cada día, refugiado por el calor de una casa rodeada de frío y sales al mundo a intentar encontrar algo en el desgaste de la vida. Te escondes en la comodidad de la evolución de un animal perdido sin rumbo que corre a toda prisa. Te escondes porque tienes miedo a la realidad y al descontrol; un miedo incesante, que aún ausente se refleja en todos los espejos de la ciudad. Y cuando te toma, te exprime sin piedad; desgastando cada una de las escenas para dejarte seco devuelta al refugio. Y para mayor desconcierto, la eternidad se alarga al principio y al final sin saber lo que realmente saldrá representado en una función de la que solamente puedes ser espectador de primera. Obligado a estar sentado en la primera fila viendo como todo sucede, sin la necesidad propia de cambiarlo. Porque el inicio es desconocido tanto para el animal como para el espectador, pero aún lo es más el final. Mientras te levantas cada día, y vuelves cada noche; viendo como la fluidez te ignora al igual tú a ella.

Se crean caudales insospechados, provenientes de montañas aparentemente cortas, pero muy escarpadas y con un frío asolador; del mismo modo que la sequía deja a montañas gigantescas privadas de cualquier tipo de líquido triste. En momentos donde la climatología es cambiante, porque ni animales ni espectadores son capaces de establecer patrones ni normas, porque la fluidez no reparte panfletos antes de proyectar la obra.

Latidos rudos y tristes se muestran incesantes, pero el sonido de la eternidad no se calla; apabulla desde la siguiente esquina de esta calle inútilmente ancha. Repleta de carriles inutilizados y cruces sobrantes que no llevan a ningún lado. Porque el constructor, a pesar de reparar en los pequeños detalles de la visual, no reparó ni en la funcionalidad ni en la magnitud de tal calle desértica. Pero la circulación no cesa a pesar de todo, porque la fluidez no espera de susurros y caricias; sino que corre al ritmo de besos desgastados y estrechones sofocantes. Porque lo que puede parecer una fruta madura es ya abono para plantas, pero que seguirá latente; latente en una obra inacabada, esperando la compasión del tiempo.

No quieres mirar detrás de ti; detrás del asiento de primera fila. Porque lo que verás hará de una representación espantosa, a una realidad horrenda. Porque tu derivada es más catastrófica que lo que hay en tu mirada reflejado. No hay un cruce en la calle que sea tan indeseable como la situación del espectador; rodeado por delante y por detrás. Requiere del fondo más profundo encontrar una respuesta a tal presentación; no es culpa de fluidez, sino de lo inolvidable, del recuerdo de una sensación angustiosa que te atrapa con un estrechón de manos dominante.

Sin información alguna no eres partícipe del procesamiento de la retención, pero en algún resquicio de la eternidad del inicio quedó grabado el inolvidable momento. Sin control, las cosas más tímidas se convierten en titanes y pasean por la calle sin importar los destrozos. Y lo más impropio es que la fluidez no deja a los vehículos adormecerse, y estos se ven obligados a tropezar y destrozar una visual hipnotizadora. Dejando una calle pelada y desolada de belleza alguna, pero tristemente transitada sin pausa.

Canturrea suavemente al oído, crea nuevos cruces y rompe viejos, pon iluminación a la obra y vende entradas a un mismo precio, esta fluidez oxida todo lo que toca y te devuelvo lo soñado tirándotelo a la cara con fuerza. Expresar lo lejano de un sueño, viendo el más allá de la vida cercano de la muerte y cultivando frutas con agua proveniente de montañas inesperadas, ese es el sendero no elegido.

Una balada de guitarra y voz en forma de Majestuosidad, como fusión de la fluidez y lo inolvidable en forma de lo Eterno, dejando a la perfección fuera de cualquier ecuación posible.


3 comentarios:

Unknown dijo...

Aveces crees que entiendes algo, que tiene sentido, pero sólo fluye con el resto de existencias y cuando de repente llega a un cruce y deja de fluir pierde todo su sentido y se convierte en un atasco, acalorado, ruidoso y eterno. Y lo único que me ayuda a aguantar los atascos es ir bien acompañado en el coche.

Juanki Rivero dijo...

Que la eternidad haga uso de su significado y no se acabe nunca.

Coach ATM dijo...

Y todo eso estaba ahí dentro!!!